Llegué al hotel San Juan, en Revilla de Camargo, a las 11 de la mañana, establecimiento convertido en cuartel general del equipo gallego en los tres días de duración de esta Vuelta a Cantabria, junto a otros equipos participantes en la prueba. Coches de carrera y furgonetas, con bicicletas en el capó o en remolques y algún auxiliar preparando en el propio parking el avituallamiento de sus corredores. No hay excesivo movimiento y tan solo en la pequeña cafetería algunos corredores y directores de distintos equipos departen amablemente, sin atisbo de competitividad.
Pocos minutos más tarde baja José Manuel Gutiérrez, el ciclista de Santibañez que reconoce “estaba dormido”, dejando claro desde el primer momento que el descanso es fundamental en esos momentos previos. “He bajado a desayunar y después se trata de estar tumbado descansando al máximo”, cuenta mientras tomo un café (él no quiere nada porque no tardará en comer). En una breve charla de unos veinte minutos, repasamos las distintas etapas y sus sensaciones de cara a la etapa decisiva: “Estoy algo nervioso, porque nunca había llegado a estas alturas de año sin haber ganado”, reconoce pensando en que su conocimiento del recorrido le puede ayudar.
Después subimos a la habitación, en la que espera, tumbado, su compañero de habitación y en el liderazgo del equipo, Aser Estévez. Galluco recoge brevemente lo que le falta en la maleta, mientras su compañero consulta clasificaciones minuciosamente, repasando posibles rivales junto a su compañero. Ambos en sus camas, conversan y repasan una carrera que ofrece ciertas similitudes, tanto en edad, 27 años, como en mala suerte a la hora de dar el salto al profesionalismo, y es que ambos se encontraron como, en el que iba a ser su año, desaparecían los equipos en que iban a militar.
Como veteranos del pelotón, coinciden en que en los últimos años ha habido un cambio en el espíritu de los jóvenes que llegan nuevos a la categoría “antes se respetaba mucho a los mayores, ahora casi te pasan por encima”, dice con amargura el de Santibañez mientras su compañero, que compagina el ciclismo con la enseñanza, incide en la misma idea. Son minutos de espera para la comida y el posterior viaje rumbo a Potes, en los que las palabras no salen con excesiva fluidez y tampoco en el ascensor rumbo al comedor se charla en exceso.
Antes guardan la maleta en el remolque del equipo “se nos ha estropeado la furgoneta y tenemos que viajar en el coche de equipo y un monovolumen”, explica Jose ante sus compañeros, con los que después se sienta a comer.
A las 12:25 entran al comedor para dar cuenta de un plato de pasta, sentados los corredores del equipo en una mesa y el cuerpo técnico en otra, dentro de una estancia en la que la división se hace de un modo cromático: todos los igual vestidos se sientan alrededor de una mesa, conversando aunque con algo de recelo, puesto que ya se empieza a pensar en la etapa y se deja algo de lado el compañerismo y el ambiente menos tenso de minutos antes.
Aún masticando los últimos bocados, el mecánico Manuel Otero y el fisioterapeuta-auxiliar Emilio de la Campa, que es quien conduce se suben al coche de equipo, con el remolque en el que van las maletas y las valiosas bicicletas, para emprender el viaje a Potes. Con ellos viajo, mientras los corredores saldrán pocos minutos después en el monovolumen, tras la charla de Marcos Serrano, legendario corredor de Kelme y Once en los noventa y que ahora dirige al equipo.
Durante el largo viaje hacia la salida, Emilio conduce y Otero asume el papel de copiloto, fluyendo la conversación poco a poco con dos hombres que saben de la importancia de su papel en el equipo. “Esto tiene que gustarte mucho y la mayoría de la gente ha estado dentro ya como ciclista”, explica Emilio, que llegó a categoría Élite y ahora compite en Master 30, y que rememora casos de compañeros de profesión que no han sabido adaptarse a la forma de trabajar del ciclismo. En la misma línea se expresa Otero “tienes que saber mucho, no sólo de lo que se ve, sino que en ciclismo hay mucho trabajo en equipo que no se ve”, que confiesa que uno de los problemas del ciclismo es que “es un espectáculo en el que para el espectador muchas veces resulta difícil entender lo que pasa”.
Ambos llevan varias temporadas en un equipo que tiene un objetivo “de acabar llegando a profesionales”, idea que luego ahondará Marcos Serrano durante la carrera “los contactos con patrocinadores que estamos realizando no son para seguir en Élite, sino para dar el salto”. Su trabajo es clave en el día a día del Rías Baixas, algo que para Emilio se basa “en el trato cercano con los corredores, hablando con ellos más o menos, dependiendo de sus necesidades cada día”, mencionando en repetidas ocasiones la importancia de una labor casi psicológica a un nivel similar al de la recuperación física. Otero por su parte dice que “el mecánico tiene mucho trabajo tras la etapa y antes, para que todo este a punto”, pero este apasionado de los rallyes confiesa que “para mí, muchas veces donde más tranquilo voy es en carrera, e incluso se pueden hacer fotos y estar tranquilos.
Con poco más de una hora antes de comenzar la carrera, a las 14:15, llegamos a la salida, a la que los corredores llegan apenas diez minutos más tarde. Al poco llega la familia de José Manuel Gutiérrez, sus padres y su novia, que se confirman como un apoyo fundamental en la carrera de un ciclista que, una vez se conocen sus esfuerzos e intentos por dedicarse al ciclismo, no te deja indiferente. Sus sueños se acabarán cumpliendo y la esperanza de éxitos se resume en la frase que su madre le dice varias veces “presiento que El Gallu va a cantar hoy”, mientras con timidez José Manuel comienza a rodar por los alrededores para entrar en calor
A la zona de salida, con el speaker animando a corredores, espectadores y organización, siguen llegando corredores, entre ellos los tres jóvenes ciclistas de la comarca que militan en Gomur, Adrián García, José Manuel Fernández y Sergio Vega, sonrientes y con ganas de lucirse en la última etapa. “Ayer estuvimos muy activos y hoy vamos a intentar dar guerra otra vez”, dicen mientras toman un café en un stand de uno de los patrocinadores de una Vuelta a Cantabria que llama la atención por su dimensión. También está por allí otro cabezonense de pro, Ricardo Gómez, que trabaja para la organización y que en esta ocasión tendrá la responsabilidad de señalizar cruces, metas volantes y sprints especiales en unas carreteras que conoce a la perfección “con que no se pierdan me vale”, afirma con sentido del humor minutos antes de que la carrera se ponga en marcha. Al subir al podio Galluco es entrevistado por el speaker antes del control de firmas que realiza con su equipo y ahí afirma que “no me voy a dejar nada y voy a intentarlo todo para ganar”, mientras recibe el aplauso de los espectadores.
A las 15:20, los corredores se sitúan ya en la salida y ocupamos plaza de copiloto en el coche del Rías Baixas, conducido por su director Marcos Serrano, mientras atrás, con todo el equipamiento para asistencia, se sitúa Otero.
Serrano llama la atención por su máximo relajo, haciendo bromas a otros directores y en el que se percibe estar curtido en mil batallas, porque esta etapa tan especial para deportecabezon.com sólo es una más en la extensísima carrera de uno de los ciclistas de referencia años atrás. “Los ciclistas sí que tienen que estar nerviosos, si no lo están, malo”, afirma con sorna Marcos Serrano mientras arranca el coche y comienza a posicionarse en la caravana de coches de equipo en el puesto que la organización le asigna según la clasificación de sus corredores. “No te bajes nunca del coche”, me dice y continúa “Él (mecánico) o yo nos tendremos que bajar alguna vez, pero tú nunca”.
Hay mucha calma en un vehículo en el que el sonido corre a cargo de Radio Vuelta, que da la bienvenida y ciertas pautas básicas a los directores en español y francés. Serrano y Otero hablan de algún problema en el motor del coche o incluso del paisaje mientras se cruza el Desfiladero de la Hermida, “¿Ves cómo nos da tiempo a ver el paisaje?”, dice Otero, mientras hace alguna foto, al tiempo que Serrano se ríe de una indicación escuchada en la emisora de no tocar el claxon por atravesar un parque natural o de que un guardia cívil les obligue a ponerse el cinturón de seguridad “en carrera no es obligatorio, pero no apetece discutir”, dice mientras lo abrocha.
En ese inicio se escucha el primer intento de escapada, protagonizado por Adrián García, de Gomur, que en el primer tramo de etapa estará muy activo. Al preguntarle por la estrategia de la etapa, Serrano no expresa demasiado sus cartas “los corredores tienen que saber lo que tienen que hacer, porque esto es más o menos como un equipo de fútbol, que tienes que tener un sistema parecido para cada partido”, dice antes de hablar de la posibilidad de lluvia, que “a nosotros no nos viene mal por las características de nuestros ciclistas, pero has sido corredor y sabes que dificulta mucho más, así que no deseo que llueva”. También se abre un pequeño debate sobre el uso prohibido en esta categoría del pinganillo “por seguridad y para dirigir la carrera, sí soy partidario”, expresa Serrano mientras la etapa se desarrolla tranquila, sin fugas de relevancia en un recorrido que conoce bien “porque cuando estaba en el Liberty veníamos a concentrarnos a Comillas en alguna ocasión”.
En los sprints especiales y metas volantes destacan los locales de Gomur Adrián García y José Manuel Fernández, con una caida en San Vicente de la Barquera que hace mucho daño a ciclistas del Construcciones Paulino, a cuyo director pregunta Serrano en repetidas ocasiones durante la etapa por el estado de los corredores. . La velocidad varía y los acelerones se suceden con momentos de mucha calma según el ritmo que se lleve en cabeza de carrera, aunque cuando la carretera se pone cuesta arriba, la atención se extrema, puesto que Samuel Rodríguez lidera la clasificación de la montaña y peleará por mantenerlo. En esa primera ascensión a La Hayuela se descuelga Kevin Gómez y justo delante del coche hay un momento de tensión puesto que la rueda de Kevin se engancha con la de Álvaro Gómez, del Aluminios Cortizo, cayendo éste, al que ayuda a reanudar la marcha el propio mecánico del Rías Baixas.
También es momento para ver cómo Cristian Mota realiza la función de aguador para ayudar a sus compañeros subiendo bidones al pelotón, en la única vez que un ciclista del equipo en toda la carrera asuma funciones de este tipo. Ahí se multiplica Otero para que Mota tenga el botín requerido, recibiendo alguna palabra de ánimo y una breve instrucción de un director que sigue viviendo sin demasiados temores la carrera. En caravana como vamos, apenas se ve la carrera, salvo momentos puntuales, siendo Radio Vuelta el único elemento que permite seguir el desarrollo de la prueba. Los ataques se suceden y uno llama la atención, porque 20 años después de su retirada, escuchar el nombre de Miguel Indurain sigue produciendo emoción. Es su hijo, el que hoy en día intenta seguir sus gloriosos pasos en las filas del Caja Rural, aunque el ataque no surte efecto y kilómetros más tarde, durante la ascensión a Ozalba es uno de los que se queda del pelotón. Reconozco que estuve tentado de gritar un “Vamos Indurain”, como hacía a través del televisor en esas tardes noventeras de julio, pero me cohibí en el transcurso de una prueba que también fue en parte un ejercicio de memoria, porque estar rodeado de Marcos Serrano, coincidir en carrera con Jesús Blanco Villar o ver al pie de la carretera a Manolo Saiz y Herminio Díaz Zabala sirvió para recordar esos tiempos de carreteras construidas en la arena y chapas de Coca-Cola o cerveza con maillots dibujados con más voluntad que acierto.
La etapa seguía su curso y la aparente tranquilidad se multiplica cuando Serrano y Otero consultan entre sí “¿Paramos ahora?” y echan el coche a la cuneta para parar a hacer sus necesidades, lo que motiva que otro vehículo se pare y las bromas se sucedan. Delante los corredores avanzan con tensión, pero la caravana de directores avanzan con una relajación que asombra. Cuando le pregunto por esa calma Marcos Serrano lo resume así “aquí tenemos que ir muy tranquilos y sólo cuando escuchas el dorsal de uno de los tuyos para lo que sea, te da un sobresalto y aceleras”. David Pérez, que sale de una lesión, se queda en el ascenso a Ozalba y recibe las palabras de apoyo de Serrano para que forme un grupo e intente llegar a meta, pero ni él ni Kevin Gómez podrán hacerlo y finalmente se retiran. Es llamativo que esa información, por ejemplo, no llegue a través de la emisora y los directores sólo sabrán que se han retirado los dos cuando llegan a meta en el vehículo que les va recogiendo.
Esa ascensión a Ozalba pasa factura y un rosario de corredores, entre los que se encuentran los Gomur de la comarca, José Manuel Gutiérrez, Sergio Vega y Adrián García se van quedando y el vehículo de Rías Baixas les va adelantando. Finalmente la cabeza de carrera es para un grupo de quince corredores y ahí están los estiletes del equipo gallego, José Manuel Gutiérrez y Aser Estévez, aunque la información tarda en llegar. En el veloz descenso, se produce un pequeño incidente porque el comisario, que viaja en moto, no deja adelantar a un grupo de rezagados para llegar a la cabeza, en unos movimientos en los que Serrano hace gala de un excelente dominio del volante. Los adelantamientos se hacen tocando el claxon y avisando siempre a los corredores, aunque en ocasiones pasa a milímetros de los mismos.
En los instantes previos a la subida decisiva a Hoz, Serrano se acerca al coche del juez árbitro para pedir permiso y acercarse dar algún consejo a sus dos hombres de punta. Le autoriza cuando otro pasa y entonces se acerca con celeridad para gritarles un sencillo “lo que hemos hablado chicos” y recuperar posición en la caravana. Cree que no es necesario mucho más porque “ellos ya saben lo que tienen que hacer”, pero durante la ascensión hay ataques y ni Aser ni Gutiérrez logran irse al grupo delantero. Las referencias son escasas y los dos ciclistas pasan en un tercer grupo, tras Rosón, a la postre vencedor, y sus perseguidores. En ese momento el director del CC Padronés, Jesús Blanco, se acerca al coche para pedir acuerdo entre los dos equipos en la persecución, y lo intentan los ciclistas de los dos equipos, explicando Serrano a sus ciclistas que “delante no tiran más que dos, podéis cazarles”, en busca de insuflar ánimos a Aser y José Manuel, mientras en el descenso de Hoz se buscan referencias de forma visual.
Se queda Trueba, del Cafés Baqué, en el grupo delantero, lo que daría a Galluco el título de Mejor Cántabro, pero no es aliciente suficiente para un director ganador que pide constantemente a Otero que calcule cuántos de cabeza tienen el mismo tiempo que sus corredores (hay 39 en total en esta situación). La falta de referencias hace que haya un punto de inquietud por el Desfiladero de la Hermida, aunque Serrano es capaz de preocuparse varias veces por mi estado y es que la velocidad en el descenso pasa factura y reconozco que sufro un pequeño mareo.
La carrera sigue su curso y finalmente no hay vuelcos en la clasificación, coronando a Rosón como vencedor y a José Manuel Gutiérrez como Mejor Cántabro, lo que le permite subir al podio y recibir el cariño del speaker y de la afición de Potes, con su familia orgullosa viéndole con el maillot blanco. En la ceremonia, que se dilata en exceso, Cabezón de la Sal también es protagonista gracias a Ángel Rivero, vicepresidente de la Federación Cántabra de Ciclismo y a Zara Ursuguía, Directora General de Deportes, que entregan galardones a los distintos vencedores.
Los integrantes del Rías Baixas no pierden el tiempo y se marchan, puesto que tienen por delante un viaje de seis horas hasta Nigrán (Pontevedra), que se suma a lo andado y convierte a la gente del ciclismo en unos auténticos esclavos del asfalto, puesto que muchas serán las horas en ruta, desde las 13:00 horas hasta la madrugada, para poder descansar como su esfuerzo merece.
Más corto es el camino para un cansado José Manuel Gutiérrez acompañado de su familia, que regresan a Santibañez con la satisfacción de que “El Gallu” ha vuelto a rendir a gran nivel, sabedores de que ese triunfo tarde o temprano tenía que llegar, como sucedió el martes en Villaviciosa y como seguirá sucediendo, porque el ciclista del Rias Baixas tiene todavía mucho que decir.
Así fue para un neófito en esto del ciclismo de competición una experiencia de lo más agradable, porque vivir desde dentro esta carrera hace que la perspectiva de lo que es este deporte cambie. Gracias Ricardo por los consejos, a todo el CC Rías Baixas por su hospitalidad y a la familia de José Manuel por permitirme sentirme parte de este éxito y al propio Galluco, por su paciencia y ayuda y por ese trofeo de Mejor Cántabro que ocupa un lugar de privilegio en mi estantería, como lo guarda en mi memoria este inolvidable “Día en las Carreras”.
Fotos: deportecabezon.com
Como se puede observar, no hay imágenes durante la carrera, pero creedme, es bastante complicado con los cambios de velocidad que se dan durante toda la etapa.
Fuente: http://deportecabezon.com/un-dia-en-las-carreras/