El deportista no había incluido esta cita en su calendario. Pero las circunstancias le llevaron a cambiar de planes. «Iba a terminar temporada en Barcelona, pero allí requerí asistencia por un problema técnico y fui descalificado», recuerda. Pese a que terminó la prueba fuera de competición, por orgullo y con el esfuerzo que supone, no se quiso quedar con el mal sabor de boca de un abandono. «Fue ahí cuando decidí alargar un mes la temporada e ir a Florida. Y gracias a Barcelona, llegué conociendo un poco más un mundo que todavía es muy nuevo para mí», recalca.
El abandono no era una opción
Reconoce que lo pasó mal, pero que «el abandono nunca fue una opción». «Todo el mundo sufre allí. Es un esfuerzo físico y mental enorme. Temía forzar el ritmo en algún momento y que luego me pasara factura. Pero tenía ilusión y meses de trabajo a la espalda y eso pudo más». ¿El momento más crítico? «La carrera a pie. Por muy bien que hayas ido hasta ese punto, la última media hora marca la diferencia. En los tres kilómetros finales se te da la vuelta todo. Pero no me cogió por sorpresa».
La culpa de que estuviera prevenido de todo la tienen su técnico, Diego Álvarez, y su otra entrenadora y pareja, la triatleta Aída Valiño. «Ellos me guiaron y me asesoraron desde el principio. Fue fundamental contar con ambos», agradece.
Su aventura ciclista terminó de forma «brusca y forzada» al tiempo que lo hacía el Xacobeo. «Tuve claro que no me iba a desvincular del deporte, pero pretendía continuar a nivel popular. Me duró poco», recuerda.
Dos etapas que no cambiaría
Hoy, Rodríguez asegura que no podría elegir entre triatlón y ciclismo. «No cambiaría nada de lo que viví en el pasado ni de lo que vivo ahora. A veces me comentan lo que podría haber dado como triatleta empezando más joven; no me preocupa».
Lo mejor del ciclismo, dice, es la estabilidad económica -ahora compagina deporte y trabajo en la tienda de uno de sus patrocinadores, donde le dan «todas las facilidades»-. Del triatlón, «que es menos estresante, no tienes un director deportivo que te pida cuentas por los resultados y aprovechas más los viajes, a tu aire», comenta. Lo peor del triatlón, la natación. «Era nuevo para mí y al principio suponía una lucha diaria con el agua. Como si los demás fueran en lancha y yo a pedales», comenta. La clave, asegura, está en disfrutar a diario. «No mirar el minuto que tienes que llegar a bajar sino lo poco que vas rebajando en cada entrenamiento».
Ahora comienza a preparar la próxima temporada, buscando apoyos económicos. «Nos llegó una invitación para Abu Dhabi, de las mejores carreras del mundo. También me encantaría estar en la Copa del Mundo de 2015». Tiene cuerda para rato.